lunes, 2 de marzo de 2009

EYAL SIVAN, DOCUMENTALISTA ISRAELÍ: 'TODOS PODEMOS SER EICHMANN'



EL DIRECTOR ISRAELÍ DE "UN ESPECIALISTA", SOBRE EL CRIMINAL NAZI, Y "RUTA 181", HABLA DE SUS FILMES SOBRE VÍCTIMAS Y VICTIMARIOS.

Eyal Sivan tiene 40 años pero conserva el rostro aniñado y un entusiasmo juvenil que contrasta con la complejidad de sus reflexiones, el poder de observación de sus filmes y la densidad de los temas que tratan.

Gracias a películas como Ruta 181, Izkor y su más famosa, Un especialista —hecha con material de archivo del juicio al nazi Adolf Eichmann—, este hombre nacido en Haifa, de padres uruguayos y casi perfecto castellano rioplatense, se ha convertido en un referente del cine documental político.

"Hace 30 años que no venía —dice—. Mis padres nacieron en Uruguay. Mi madre era sionista y quería dejar Montevideo para ir a Cuba, a Argelia, a un país nuevo. Decidieron Israel y de chico siempre nos dijeron 'dejamos Uruguay porque no queríamos que crecieran como judíos'".

- ¿Se sentían discriminados?
No, al contrario. Tenían una visión sionista, de romper con el judaísmo tradicional: 'No somos judíos, somos algo nuevo'. Mi apellido no es el real. Parte de la ideología sionista es la negación del exilio. Yo por muchos años no fui judío. Era israelí. Para mí el judaísmo era algo peyorativo. El judaísmo de mi casa era secular, sudamericano. ¿Qué significa eso? Que las Pascuas y el Año Nuevo no eran más que una ocasión para comer bien. Nosotros, en Haifa, en el Año Nuevo Judío, comíamos puchero y empanadas. Yo soy israelí, y me tomó tiempo entender que parte de la descolonización es aceptar el hecho de que también soy judío. Y que ser israelí es una identidad colonialista, de colonizar también el judaísmo, de nacionalizar el judaísmo. Con el tiempo mi madre se decepcionó con Israel. "Estos hijos de puta nos jodieron", dice.
Ciertos personajes de "Ruta 181" expresan un racismo tan galopante que provocan un rechazo similar, aunque de otro orden, al de tus padres con el prototipo antisemita del judío.
No tenés que pensarlos como judíos: son israelíes. Y ni siquiera son los extremos, es gente común. Por primera vez en la historia del judaísmo, un grupo de judíos no piensan en términos de minoría sino de mayoría. Dicen: "Tenemos también el derecho de ser racistas, no somos más esos judíos temerosos". Y si mañana Israel cambia y se convierte en un país democrático y secular, la gente cambiará. Es como en Sudáfrica: los que allí antes decían estos negros de mierda, hoy serían incapaces de hacerlo.
Es un cambio muy doloroso de ver, si se pasa de "Un especialista" a "Ruta 181": víctimas transformadas en victimarios.
Nos educan con la noción de que, como somos víctimas, tenemos derechos, y transformamos la memoria en un arma. Me interesa la utilización de la victimización. Yo trabajo sobre Israel y Palestina porque es el mundo que conozco, pero son cuestiones que conciernen a todos. La victimización es una cristianización del judío. Es como estar en la cruz todo el tiempo, sufriendo. El filósofo Yeshayahu Leibowitz decía: "Usamos lo que nos pasó, pero uno es lo que hace y no lo que le pasó". Muchos crímenes se justifican por la memoria.

- Como el del 11 de setiembre...
Exactamente. O La noche de los cristales rotos, en la Alemania nazi. Esta dialéctica acerca de cómo la memoria puede servir al crimen y, por otro lado, para construir el futuro, me interesa. Actuamos como israelíes en nombre de la memoria, pero como nos ponemos a nosotros en la situación de víctimas, no tenemos compasión por las otras víctimas. Es una paradoja.

- El cine documental se nutre de víctimas...
Ese es su gran problema. ¿Cuántos filmes argentinos sobre la dictadura se centran en los asesinos? Ninguno. Todos en víctimas, hijos de víctimas, madres de víctimas. Es nuestra cultura judeocristiana. Alguien que sufre por nosotros. La víctima es alguien que te hace sentir bien cuando lo compadecés. Pero cuando tenés a Eichmann, que podría ser tu compañero de trabajo, ¿qué hacés? Fuera del contexto del Tercer Reich, podría ser un burócrata cualquiera. Es difícil lidiar con eso. Nos hace preguntarnos si podemos convertirnos en un tipo así.

- Un hombre ordinario en una circunstancia extraordinaria...
No quiero decir que todos somos Eichmann, pero podemos serlo. Hasta la dialéctica de los derechos humanos puede convertirse en criminal. Eichmann decía: "yo traté de mejorar las cosas, que entraran 700 judíos por vagón en lugar de mil". La cuestión es cómo vigilar el hecho de que las raíces del crimen colectivo, del totalitarismo, están en las sociedades democráticas.

- ¿Cómo fue el trabajo con el material de archivo para "El especialista"?
Pude hacer un filme de tesis de 3,5 millones de dólares, cinco años de edición. Tenía tiempo de pensar en cine, un guión que era el libro de Hannah Arendt, Un estudio sobre la banalidad del mal, y 360 horas de archivo. Ella tomó una decisión en el juicio: mirar al perpetrador. Todos miraban a las víctimas. La de ella fue una elección cinematográfica, de punto de vista.
La postura de Eichmann hace recordar el argumento de la "obediencia debida"...
Eichmann decía: "De aquí en adelante yo no tengo nada que ver. No soy responsable". Es el problema de las sociedades modernas: ¿quién es responsable? Yo creo en la responsabilidad individual. "Si yo no lo hacía, lo iba a hacer otro", decía. Es verdad, pero lo hiciste vos. Un torturador puede decir: "Fue una orden, todos lo hacían, era un sistema". Es verdad. Pero vos lo hiciste.

- ¿Cómo ves los cambios en Gaza?
No hubo un cambio real. No abandonaron el sistema colonial, lo transformaron. Gaza quedó convertida en una gran cárcel. Y la gente se mata entre sí. Pero los israelíes se lavan las manos.

- ¿Es cierto que pensás filmar aquí?
Desde que llegué no paro de pensar en eso. Aquí me siento como en casa. Veo a mi abuelo con la gomina en el pelo, voy a una parrilla y pido chinchulines. Es parte de mi historia. Me gustaría hacer algo acá. Me fascina esta sociedad.

Por Diego Lerer
Fuente: diario "Clarín"

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