martes, 26 de mayo de 2009

27 de Mayo, Día del Documentalista




En homenaje a Raymundo Gleyzer quien fuera secuestrado el 27 de mayo de 1976 por un grupo de tareas paramilitar. Y desde ese día permanece desaparecido, es que el Movimiento Documentalista toma esta fecha como el Día del Documentalista.
Este 27 de Mayo es también un reconocimiento a los que hoy siguen el ejemplo de Raymundo y de tantos otros documentalistas que con sus películas nos enseñaron a ser útiles a la memoria y a la causa de los pueblos. Hoy el día del Documentalista nos encuentra con una compañera, Elena Varela, esperando un juicio en Chile que la puede llevar injustamente a la cárcel por hacer lo que todo documentalista ama: documentar, reflexionar, involucrarse, solidarizarse, denunciar, en fin, por hacer lo que escribía Rodolfo Walsh, casi un año después de la desaparición de Raymundo, en su “Carta Abierta a la Junta Militar” “…fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”.

Marcelo Goyeneche.


Carta de Elena Varela
Estimados compañeros audiovisualistas
y hermanos Argentinos

Les envío un fuerte abrazo de agradecimiento por todo el apoyo y fuerza que han brindado en la lucha por mi libertad.

Al salir de la cárcel he quedado con las manos vacías, con mucho dolor en mi corazón, pero con la conciencia más fuerte de hacer valer la justicia.
Después de estar tres meses incomunicada, he llorado de emoción y también me he alegrado por el apoyo nacional e internacional de los compañeros de las artes y la cultura de todas partes del mundo. Principalmente de quienes registran día a día los pasos de nuestros pueblos y caminan con cuidado descubriendo la realidad social, me refiero a los documentalistas.
En estos momentos estoy con orden de arraigo nacional y con reclusión nocturna domiciliaria. Pero gracias a todas las manos solidarias, no estoy en la cárcel.
Tendré que luchar estos meses por mi libertad ante los fiscales y jueces para lograr mi completa libertad.
Se han propuesto leyes en Chile que resguarden el material audiovisual y el secreto de la fuente. Ley que dignifica nuestra labor documental, que se logra con mucho esfuerzo. A costa, incluso, de la prisión. Quienes mejor que ustedes entiende mi dolor y mi lucha.
Siento con orgullo que podemos construir una sociedad más justa que las esperanzas y los sueños están en nosotros.
Hermanos latinoamericanos, levantemos nuestras banderas de solidaridad y justicia, para abrir paso digno a la cultura.
Basta de cárceles y represión
Libertad a los presos de los pueblos oprimidos
Vivan los sueños y la libertad de expresión
Peucayal
Un fuerte abrazo de hermandad
Marrichiweu
VENCEREMOS

Elena Varela


Raymundo Gleyzer

El 25 de septiembre de 1941 nace en Buenos Aires Raymundo Gleyzer, sus padres eran actores del teatro independiente y el se cría en este universo.

Luego de estudiar cine en la Universidad de La Plata, Raymundo comenzó a realizar numerosos documentales en donde fueron confluyendo sus intereses políticos.

Su primer experiencia documental fue “La tierra quema”, de 1964, en donde analizaba la situación del sertao en el nordeste brasileño.

Emparentadas con esta temática, se encuentran diferentes realizaciones en el interior de nuestro país “Ocurrido en Hualfin”, “Ceramiqueros de Tras la Sierra”, “Quilino” –codirigida con Jorge Prelorán-, etc.

Su primer largometraje fue “México: la revolución congelada” (1970), donde teoriza respecto a la situación mexicana y traza un paralelo con el peronismo.
Aunque sabia que no existía una organización perfecta, Raymundo consideraba “que la incorporación a una organización que tenga un proyecto político concreto para la toma del poder es la misión fundamental de todo cineasta, de todo revolucionario que no lo sea nada mas que en palabras”. (Documentos/testimonios)

Hacia 1971, cuando ingresa al PRT-ERP, realiza los comunicados de dos acciones del ERP. Luego de la masacre de Trelew del 22 de agosto de 1972, realiza “Ni olvido ni perdón” montando una entrevista televisiva a los asesinados.

De 1972 es también “Los Traidores”, su único film de ficción. Allí se cuenta el ascenso de un burócrata sindical, y su posterior ajusticiamiento por una agrupación armada.

Raymundo consideraba que se podía producir un sinnúmero de films políticos pero estos solo lo veían los intelectuales y que los verdaderos destinatarios debían ser los trabajadores, por eso el grupo comienza a llevar el cine político y fundamentalmente "Los Traidores" a la gente, yendo a los barrios, a los sindicatos, a las fábricas. Así se concreta la agrupación “Cine de la Base”, en conjunto con militantes del PRT (en su mayoría) que participaban de la realización de las películas.

El corto “Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan” (1974), fue su última película y trata sobre el problema del saturnismo (intoxicación con plomo) en los obreros de INSUD.

Se supo de Raymundo que se encontraba en el campo de concentración "El Vesubio" junto al escritor Haroldo Conti. Los sobrevivientes de "El Vesubio", relatan que mientras estuvo allí fue salvajemente torturado y dejado ciego.

Sus compañeros de "Cine de la Base" y los demás cineastas militantes salvaron sus vidas por el silencio de Raymundo en las torturas.

Pasó a integrar la lista de los 30.000 desaparecidos que dejó la dictadura militar argentina entre el 76 y el 83.


“Soy un cineasta argentino y hago películas desde 1963. Todas tratan sobre la situación social y política de América Latina. Trato de demostrar que no hay mas que un medio de realizar cambios estructurales en nuestro continente: la revolución socialista”,
Raymundo Gleyzer en Pesaro, 1973 (Documentos/testimonios).



Sobre él escribió Eduardo Galeano…


BUENOS AIRES, JUNIO DE 1976: SE LOS TRAGA LA TIERRA

Raymundo Gleyzer ha desaparecido. La historia de siempre. Lo arrancaron de su casa, en Buenos Aires, y no se sabe más. Había hecho películas imperdonables.
Yo lo había visto por última vez en febrero. Fuimos a cenar con nuestros hijos, cerca del mar. En la trasnochada, me habló del padre.
La familia de Raymundo venía de un pueblecito de la frontera entre Polonia y Rusia. Allá cada casa tenía dos banderas diferentes para izar y dos retratos para colgar, según marchaban las cosas. Cuando se iban los soldados rusos, llegaban los polacos, y así. Era una zona de continua guerra, infinito invierno y hambre sin fin. Sobrevivían los duros y los picaros, y en las casas se escondían los pedazos de pan bajo los tablones del piso.
La primera guerra mundial no fue novedad para nadie en aquella comarca sufrida, pero empeoró lo peor. Los que no morían empezaban el día con las piernas flojas y un nudo en el estómago.
En 1918, llegó a la región un cargamento de zapatos. La Sociedad de Damas de Beneficencia había enviado zapatos desde los Estados Unidos. Vinieron los hambrientos de todas las aldeas y disputaron los zapatos a dentelladas. Veían zapatos por primera vez. Nunca nadie había usado zapatos en aquellas comarcas. Los más fuertes se marchaban bailando de alegría con la caja de zapatos nuevos bajo el brazo.
El padre de Raymundo llegó a su casa, se desató los trapos que le envolvían los pies, abrió la caja y se probó el zapato izquierdo. El pie protestó, pero entró. El que no entró fue el pie derecho. Lo empujaban entre todos, pero no había caso. Entonces la madre advirtió que los dos zapatos tenían la punta torcida para el mismo lado. Él volvió corriendo al centro de distribución. Ya no quedaba nadie.
Y empezó la persecución del zapato derecho.
Durante meses caminó el padre de Raymundo, de aldea en aldea, averiguando.
Después de mucho andar y preguntar, encontró lo que buscaba. En un lejano pueblito, más allá de las colinas, estaba el hombre que calzaba el mismo número y que se había llevado los dos zapatos derechos. Los tenía, brillantes, sobre una repisa. Eran el único adorno de la casa.
El padre de Raymundo ofreció el zapato izquierdo.
-Ah, no -dijo el hombre-. Si los americanos los mandaron así, así debe ser. Ellos saben lo que hacen.

Feliz dìa Compañeros.
Feliz dìa Documentalistas.

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