viernes, 26 de junio de 2009

AUNQUE ME CUESTE LA VIDA



“Fue el crimen más probado, y quedó impune”

El camarógrafo Leonardo Henrichsen filmó su propio asesinato, cuando en junio de 1973registró con su cámara al soldado chileno que le disparaba, en una asonada militar previa al golpe de Pinochet. Más de tres décadas después, nadie pagó por esa muerte.

El 29 de junio de 1973 Santiago de Chile había amanecido con la noticia de un intento de golpe de Estado contra el presidente constitucional Salvador Allende. El suceso fue conocido años más tarde como “El Tanquetazo”, por los carros militares que arrasaron las calles de la capital chilena desde donde las fuerzas armadas disparaban con munición gruesa contra la población civil. Aquella sublevación también enlutó a la Argentina, no sólo por el ataque a un país vecino que dejó como saldo 22 civiles muertos: el camarógrafo Leonardo Henrichsen, que estaba filmando cómo una tanqueta militar abría fuego contras los transeúntes, enfocó su cámara francesa Eclair hacia ese lugar y un soldado le apuntó desde varios metros y lo mató. La imagen del corresponsal registrando su propia muerte recorrió el mundo por el impacto en sí mismo que generaba verla. Y aún hoy, cuando es conocida mundialmente, sigue generando la misma sensación. Henrichsen había nacido en Buenos Aires, pero su padre era un sueco que había emigrado hacía muchos años a la Argentina. En el momento de los hechos, tenía treinta y tres años y trabajaba para la televisión sueca (STV) junto al periodista Jan Sandquist. Tenía un currículum importante: había sido camarógrafo del noticiero cinematográfico Sucesos Argentinos y poseía experiencia en coberturas en zona de conflicto.

Los cineastas argentinos Silvia Maturana y Pablo Navarro Espejo, del grupo Adoquín Video, decidieron contar la historia de Henrichsen en el documental Aunque me cueste la vida, que no fue estrenado comercialmente y que podrá verse este viernes por Canal 7 a la 0.30 (madrugada del sábado) en el ciclo Ficciones de lo Real que conduce Diego Brodersen. En el film los documentalistas entrevistan al médico que atendió al camarógrafo, al piloto que trasladó su cuerpo a Buenos Aires, a la hermana de Henrichsen y al periodista Ernesto Carmona, quien investigó el caso. Diversos colegas también cuentan cómo era su modo de trabajar y su pasión por su profesión que lo llevó a estar en sucesos históricos como el Cordobazo, el juicio a Régis Debray, el terremoto de Managua, producido mientras el dictador Somoza era presidente, y la masacre de Ezeiza, entre otros. Igual que en el documental Imagen final (2008), que Andrés Habbegger realizó sobre el mismo tema, el film de Maturana y Navarro Espejo también relata con minuciosidad los últimos momentos de Henrichsen y cómo se pudo recuperar su cámara en medio del terror militar. Si en la primera parte el documental hace foco en la historia de Henrichsen y en sus trabajos, la segunda está dedicada al hecho que produjo su muerte. Los documentalistas logran dar también con el paradero de Héctor Hernán Bustamente Gómez (fallecido en 2007) que, según cuentan en diálogo con Página/12, era el militar que comandaba la patrulla desde donde se efectuaron los disparos, uno de los cuales hirió mortalmente a Henrichsen.

“Las imágenes las pasó Canal 13. Nosotros las habíamos visto de muy jóvenes y fue muy impactante”, recuerda Maturana. “Después, con el tiempo no se supo bien quién era el camarógrafo y, por otra parte, quedó asimilada al golpe de Pinochet que se produjo a los pocos meses. Conocíamos al periodista Modesto Emilio Guerrero y en 2002 lo volvimos a ver. El había escrito justo Reportaje con la muerte, que era sobre Leonardo Henrichsen. Lo leímos y nos pareció que era una historia que valía la pena para hacer un documental”, agrega Maturana.

–La primera parte del documental focaliza en el Tanquetazo. ¿La idea fue explicar el contexto histórico en el que se produjo el asesinato de Henrichsen?

Pablo Navarro Espejo: –Sí, nosotros pensamos mucho en las jóvenes generaciones para quienes Pinochet no tiene el significado que tiene para nosotros. Entonces, quisimos darle un contexto, explicar el proceso que pasaba en Chile y mostrar la ferocidad de esta gente que salió un día al centro de la ciudad con munición antiaérea sobre personas indefensas que caminaban por la calle. Fue un ensayo general del golpe de septiembre.

–¿Por qué lo pensaron como un documental no sólo sobre su trágica muerte sino también sobre su vida?

Silvia Maturana: –Lo pensamos así porque descubrimos que era un excelente camarógrafo. El estuvo en montones de golpes de Estado, en momentos muy turbulentos de la política latinoamericana y, además, no veía lo que filmaba porque cuando trabajaba para la televisión sueca las cintas iban directamente a Suecia. O sea, no era como ahora que un camarógrafo puede ver su material.

P. N. E.: –Por ejemplo, en 1971 a alguien se le ocurrió que las novelas que tenían mucho auge podían tener exteriores. Entonces, para Rolando Rivas Taxista contratan como camarógrafo a Henrichsen, que se mete adentro de un Siam Di Tella a hacer foco con una cámara de cine. Y además él sumaba puntos hasta en cosas innecesarias. Por ejemplo, cuando lo contratan para filmar el Tren a las Nubes, hay unas tomas en que está parado arriba de lo locomotora. Y lo de Chile es también un poco eso. El, con una toma de unos soldaditos corriendo ya cobraba el sueldo y lo felicitaban, pero sentía la obligación de contar lo que acontecía. Y lo que nos estaba contando esa mañana era cómo venían los golpes de Estado: iban a tirar a matar y era una imagen anticipatoria que quizás en su momento no supimos leer.

–¿Era lo que se conoce como un reportero de riesgo?

P. N. E.: –Sí, pero no por el riesgo mismo. Era un tipo que cuando tenía que contar, contaba, y lo que ponía en juego no estaba en consideración.

–¿Creen que Henrichsen siguió filmando porque creyó que no le iban a tirar? ¿Qué hipótesis tienen?

P. N. E.: –En la película colocamos algunos testimonios que dan diversas versiones. Yo, particularmente, pienso que él no consideraba el riesgo que corría. El estaba viendo un hecho insólito: militares asesinando a civiles a mansalva en las calles del centro de unas de las principales capitales de Latinoamérica. Y él tenía que contar eso con todos los detalles que podía registrar con su cámara. Si había una bala para él o no había una bala para él, no estaba en su consideración. El tenía que informar. Nos habla de la ética periodística. Hoy para los que trabajamos en medios o tenemos relación con eso, en general, el límite es el salario o la opinión del jefe de redacción. Uno no pone en juego la vida cada vez que filma algo. Y él la puso muchas veces en su vida y eso está contado en la película.

–Un colega de Chile Films vio que los militares tiraron a una alcantarilla algo que resultó ser la cámara y la cinta. ¿Qué pasó con la cinta una vez encontrada? ¿Cómo llegaron a conocerse esas imágenes?

P. N. E.: –Una vez que la rescatan de donde este hombre vio que la habían tirado va a parar a manos de Allende, que decide que Chile Films tiene la tecnología más apropiada para saber qué hay en esa película. En ese momento no estaban seguros de si era la cámara de Henrichsen o una cámara de los militares que estaban filmando para pasar a la posteridad. La cámara viene en un vuelo a Buenos Aires porque ellos no tenían para revelar en color. Luego vuelve y un grupo de montajistas de Chile Films ve la película. Nosotros encontramos a uno de los que vieron por primera vez la película y lo contamos en el documental. Y ellos tuvieron que verla dos o tres veces para darse cuenta de que se trataba de un mismo tipo filmando su propia muerte.

–¿Cómo lograron alcance mundial las imágenes en aquella época en que la tecnología no estaba tan avanzada como ahora?

S. M.: –Por varias razones. Chile Films hace un noticiero especial y usa esas imágenes. Pero, además, hacen varias copias. Inclusive, una de esas copias es la que usa Patricio Guzmán en La batalla de Chile, donde aparece ese fragmento en la película de Leonardo.

–¿Por qué creen que si existía una prueba tan contundente nunca llegó a hacerse justicia en este caso?

S. M.: –Es la gran paradoja: con el crimen más probado de la historia (porque está filmado el asesino), no pasó nada. Pero no pasó nada por la impunidad que vino después.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Q cosa , no ? Q ejemplo para, no solo los camarografos, sino para todos en general.
Se llama compromiso, se llama no callare, se llama pelotas, porque hay que estar donde silban las balas y acallar el instinto de supervivencia.
Pega en el corazon.
Ricardo